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Los 300 de las Termópilas y el elogio de la entereza y la guerra (Spain)

February 15, 2007 | 300 Reviews

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BERLÍN. Probablemente Zack Snyder no haya leído a Heródoto de Halicarnaso, pero ha sabido captar toda la épica concentrada en aquella batalla de las Termópilas en la que trescientos de Esparta al mando del rey Leónidas contuvieron al millón de persas que seguían (o precedían) a Jerjes. En realidad, Snyder no bebe de Heródoto, sino de Frank Miller, autor del cómic homónimo y que sí se basa en lo esencial en el historiador griego. La película, «300», se presentaba ayer en la sección oficial del Festival de Berlín y es un espectáculo magnífico visual y argumentalmente, aunque sus posturas van tan a la contra de la corrección pacifista de nuestros días que el personal se sintió frontalmente atacado en el tercer lugar que más le duele: sus convicciones (el primero es el bolsillo y el segundo, allí, justo al lado del bolsillo).

Snyder «pinta» su película al estilo Miller y la cuenta en gran formato y a grandes trazos: la voz en «off» tal vez le resulte a alguien ofensiva, pero es tremendamente directa, aquilatada y metafórica. «Vuelve con tu escudo o sobre tu escudo», ése es el lema de los personajes de esta película, que es un elogio sin suavizantes ni analgésicos de la guerra; de la guerra para proteger la libertad y la paz. Francamente, aunque sean nítidas y limpias, no son cosas que convenga decir muy alto en según qué lugares en los tiempos que corren…, que corren en la dirección contraria de los persas.

Espartanos muertos de risa
Seguro que si hoy levantara la cabeza un espartano se moría de risa al ver la estética y el condimento que sacan los suyos en «300», todos en plan «mazas» y como salidos, en efecto, de la «love parade», aunque mucho más discretos aún que los persas, y en especial que su gran jefe, Jerjes, un bigardo de dos metros enjaezado como para ser la reina del Carnaval de Río… Pero que lo accesorio, o sea, los trajes y complementos, no nos distraigan de lo esencial: trescientos tipos apretaron los dientes, no se arrodillaron ante el terror y consiguieron (después de morir, eso sí) que todos los griegos secundaran su hazaña y mantuvieran viva su cultura y civilización. Por algún siglo. Como se puede ver, es fácil modelar esta épica a cualquier tiempo y lugar, a occidente y a oriente, a nosotros y a ellos… Pura dinamita, con perdón.

Visual y cinematográficamente es, de todos modos, donde «300» gana la gran batalla: hay escenas nunca vistas y la ya inevitable mezcla de lo real y virtual contribuye a que el parpadeo sea casi un estorbo. A lo mejor Zack Snyder, que no habrá leído a Heródoto y que se ganó de golpe al «mundo moderno» con su anterior película «El amanecer de los muertos», y que ha prometido tocar lo hasta ahora intocable, el «Watchmen» de Alan Moore, pasa a la misma página de la libreta negra en la que está Mel Gibson.

Y mientras tanto, en la competición por el Oso de Oro se sigue a la espera de que pase algo. Ayer hubo una película israelí titulada »Beaufort», de Joseph Cedar, y una alemana «Yella», de Christian Petzold, que llegaron de puntillas y se fueron. La una era bélica y se remitía, como Iwo Jima, a la conquista de una loma, Beaufort, en el sur del Líbano, que durante años mantuvo un destacamento militar de Israel. Además de lo bélico, hay alguna reflexión sobre la guerra y la educación, que apunta a justo lo contrario que la película de Snyder. O sea, que en la Berlinale hay clavos para que todos se agarren. La alemana, Yella, tenía, en cambio, pocas agarraderas y contaba la historia de una mujer que fracasa en su matrimonio y comienza una nueva vida. Aunque, al final, parece que no lo contaba, pues se había muerto al principio y nos había engañado a todos el guionista. Pillín.

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